jueves, julio 31, 2008

Sangre

Venía escuchando en la Duna un tema relacionado con las mujeres de una tribu que se encuentra en el límite entre Afganistán y Pakistán, y la periodista se mostraba genuinamente sorprendida por el hecho de que cuando estaban con el período, tenían que retirarse a un lugar aislado. Quizá debiera incluirse la Antropología entre las materias que se les enseñan a los futuros periodistas. Nadie dice que lean “La Rama Dorada” (en cuyo capítulo XX hay una larga referencia a los pueblos que consideran impuras a las mujeres que están menstruando y también a las que dieron a luz recientemente), pero al menos deberían saber que eso no tiene nada de raro entre los pueblos primitivos. Como señala Frazer, “un aborigen australiano que descubrió que su mujer había reposado en su frazada durante su período menstrual, la mató a ella y murió él mismo de terror dentro de los quince días posteriores al hecho”.

La sangre está entre las cosas que han sido consideradas tabú desde tiempos inmemoriales. Las referencias al respecto son incontables y tienen que ver tanto, con un imperativo de pureza, como con la proyección de cualidades atribuidas a ese fluido (valor, serenidad, cálculo) y la omnipresente prohibición de derramarla. La sangre seduce y repele, encarnando esa mezcla de aversión y deseo que constituye la fascinación.

En nuestros días, más allá de que el primitivismo mental sigue vigente, bajo otras formas (a veces tan poco racionales como las de los Yabim de Papúa Nueva Guinea o los Bageshu de Uganda), al igual que en rituales atávicos, pero con otro significado, se extrae sangre para exámenes médicos con el consentimiento de la víctima. También se derrama, si bien por lo general sin consulta al proveedor, ni demasiados miramientos en cuanto a la forma.

Otro día me voy a referir a algunos aspectos curiosos de la religión católica, entre ellos la así llamada “preciosa” sangre de Cristo, razón por la que omito mencionarla aquí.


Ahora veamos mejor la sangre desde otra perspectiva, la de Dexter, el protagonista de la serie homónima que se gana la vida como analista de patrones de manchas de sangre en la policía de Miami y que dedica parte de su tiempo libre a eliminar gente que –naturalmente- se lo merece, eso por exigencias del guión, puesto que de lo contrario sería difícil lograr que la gente se identificara y terminara simpatizando con un asesino en serie. Esa faceta, en todo caso, no es la que me interesa en este comentario.

Las manchas de sangre, su disposición y el ángulo de incidencia con el plano, la forma, secuencia y, si se me permite la licencia poética, el ritmo plástico que exhiben, son en último término una instancia narrativa para el ojo entrenado. Tú y yo no vemos más que un espeluznante guirigay, pero al experto la sangre le habla: en ella está encerrada la historia y por ende la posibilidad de reconstruir los eventos de los que la escena del crimen da cuenta.

Los quimioluminiscentes como el Luminol, los senos y cosenos de los ángulos, el ADN contenido en la sangre, todo eso nos sitúa en un escenario aséptico que engloba las cuatro ciencias cuyos rudimentos aprendimos en el colegio: matemáticas y física, biología y química.

¿Y los aullidos de las víctimas? ¿Y el olor espeso, nauseabundo, a matadero? ¿Dónde queda todo eso?

martes, julio 22, 2008

Dios no creó los años bisiestos

Esta mañana caí en el blog que Steven Levitt, autor de “Freakonomics: A Rogue Economist Explores the Hidden Side of Everything”, mantiene en el “The New York Times”. En una entrada sobre el libro del matemático John Allen Paulos, IRRELIGION: A Mathematician Explains Why the Arguments for God Just Don't Add Up”, se preguntaba de dónde venía esa fiebre de libros anti-Dios que, de un tiempo a este parte, inunda las librerías de su país.

Esa es una pregunta interesante sobre la que volveré más adelante.

Mientras tanto, recurramos a la televisión, que es una fuente inagotable de cosas interesantes. El conductor de un programa le pregunta a una adolescente en qué continente está Tierra del Fuego. Sin inmutarse, ella responde: “Asia”. Luego de ese acierto creativo, interrogada por la periodicidad de los años bisiestos contesta, aparentemente ayudada por alguien del público –lo que ella niega con orgullo-, que se producen cada cuatro años.

Sin embargo, lo que probablemente nuestra estrella de la geografía desconoce, es que el concepto de año bisiesto, siendo una convención, se basa en el hecho astronómico de que cada año excede en 5 horas 48 minutos y 46 segundos, los 365 días, o sea tiene una duración aproximada de 365,2425 días. El calendario gregoriano, en una aproximación adicional, le añadió los 11 minutos y 14 segundos, redondeando la fracción en 0,25. Por esa razón es preciso introducir un factor de corrección que hace que aquellos años que son divisibles por 100 (y por cuatro) no sean bisiestos, a menos que se dé otra condición que el año 2000 cumplía y en cambio, 1900 y 2100, no.

En el colegio, aparte de geografía, nos enseñan matemáticas. Sin embargo, si tenemos en cuenta que la mayoría de la gente no es capaz de hacer una simple suma, menos comprenderá algo un poco más complejo como que 0,25 * 4 = 1. Si el conductor del programa en vez de preguntarle a la muchacha de la Tierra del Fuego asiática algo que un mono amaestrado podría contestar, porque se trata de un mero dato memorizable, le hubiese pedido que fundamentara la necesidad de los años bisiestos, quizá qué maravillosa explicación habríamos escuchado.

Lo más probable es que ingenuamente hubiese recurrido a Dios para dar cuenta de ese fenómeno. Pero ocurre que Dios no creó los años bisiestos, ni tampoco las medidas que nosotros empleamos. De todo lo que podríamos inculparlo es de haber definido ciertas regularidades que son inteligibles por la razón humana, y que los científicos, cuyo oficio no podría prosperar en el caos, se dedican a descubrir, formalizar y sistematizar con gran regocijo.

Si hay algo propio de todo pensamiento primitivo es la necesidad de atribuirle existencia a cualquier cosa, desde los años bisiestos hasta Dios. Debajo de esa insensatez alienta la no menos absurda presunción de que todo es causado por un agente, o sea la generación instantánea de sentido mediante una sistemática y tranquilizadora negación del azar.

Así hacen su entrada -como causa primera- los dioses en la Historia. Un gran avance, que tiene la ventaja adicional de poner un tapón en el sumidero universal y así evitar ese enojoso regreso al infinito de elefantes y tortugas.


Volviendo al principio, es cierto que pareciera desatinado escribir un libro (o muchos libros) con el único objetivo de demostrar la inexistencia de algo. Pero… ¿cuántas cosas se dirán en la guerra de las fes?

Lo que se le escapa a Levitt es que el ateísmo no se basa en el descreimiento; el ateo beligerante lo último que haría es suspender el juicio y quedarse callado, porque en último término su motor es la fe. Otra fe. Y la fe, por definición, es excluyente, pues arranca de la presunción de que existe la Verdad –y es una. Ergo, o uno está afincado en ese suelo firme, o está equivocado: no hay intermedios.

Me reafirmo en lo de siempre: si la cuota de auténticos escépticos dentro de la población mundial, fuera más significativa, con toda seguridad, la convivencia humana sería más pacífica. Pero ese desiderátum no es más que eso: wishful thinking, porque nuestra capacidad de creer es ilimitada, y, en cambio, la de descreer –aparte de requerir de un trabajo reflexivo sostenido en el tiempo- termina alejándonos de lo humano, convirtiéndonos en ajenos espectadores que se limitan a escuchar cómo silban las balas de los creyentes en su eterna guerra por doblegar a quienes están en el error.

Lo que no quita para que uno pueda estar de acuerdo con la tesis de Paulos de que los argumentos a favor de la existencia de Dios simplemente no cuadran…

martes, julio 08, 2008

Leería los diarios...

Hoy, como todos los martes voy a ir a ver a mi amigo Roberto. Tiempo atrás, se le ocurrió que investigáramos la forma en que había evolucionado la amistad y de hecho tuvimos una primera aproximación al tema cuando hablamos de la relación sui generis entre Montaigne y Étienne de la Boétie. La última vez conversamos de la no menos peculiar relación que tienen Hamlet y Horacio, en la que, pese a las diferencias de cuna y de trato (Horacio lo llama “sweet Lord”) hay algo profundo y conmovedor, que los une a todo trance.

Valga lo anterior como un preámbulo para que se entienda por qué ayer estaba buscando información sobre la amistad y me topé con un artículo escrito por una tal Jenni Russell para el diario británico “The Guardian”. Cuando comencé a leerlo y vi que la casuística era el ingrediente principal del texto, pensé que al igual que en otros artículos de prensa, me iba a encontrar con una hemorragia interminable de opiniones que conformarían un rosario de lugares comunes, junto con una trivialización –y en esa medida, degradación- de la relación a la que se refería.

A veces es mejor no tener demasiada imaginación y/o menos prejuicios…, porque el artículo era muy ameno e interesante. Lo cierto es que el “bajo continuo” del artículo es la soledad radical del hombre, de la que hablaba Ortega, tanto más desesperada cuanto menos consciente. Juzguen ustedes mismos.

http://www.guardian.co.uk/theguardian/2005/jan/24/features11.g2/print

Ese artículo era el primero de una serie de tres sobre las relaciones modernas. Los otros dos, sobre el matrimonio y el trabajo, los encuentran aquí:

http://www.guardian.co.uk/money/2005/jan/25/genderissues.familyfinance/print

http://www.guardian.co.uk/world/2005/jan/26/gender.workandcareers/print

No es novedad que el sistema económico capitalista neoliberal, con su torpe afán de maximizar los beneficios propios a costo de lo que sea (por ejemplo, de todos los demás), termina mercantilizando las relaciones humanas –amistosas, conyugales y laborales. De otra parte, los eternos, estúpidos politiqueos y luchas de poder de los miembros del sexo masculino, así como el doble discurso en el trabajo, y la mezquindad prevalente en cierto tipo de relaciones que se dan en los tres ámbitos, son algunos de los rasgos típicamente humanos que esos artículos abordan.

Si aquí en Chile tuviéramos periodismo de esa calidad, creo que hasta leería los diarios…

sábado, julio 05, 2008

Cadáveres y mutilados:
Vinos, accidentes de tránsito

y el instinto moral de Pinker


El otro día vi “Mondovino”, documental que les recomiendo aunque no les interese el vino. En el comentario que hice para Bazuca

http://www.bazuca.com/cgi-bin/ncommerce3/ProductDisplay?prrfnbr=7323830&prmenbr=451&formato=DVD

se mencionan varios temas que desbordan el mercado del vino y que nos lanzan de cabeza en algunos de los aspectos más siniestros de la globalización económica. La cazurra homogeneización de los gustos a través de productos cada vez más similares –si no iguales, como ocurre con la televisión abierta, que básicamente es la misma en todo el mundo-, y el control y manipulación del gusto de los consumidores por parte de opinólogos y medios de comunicación al servicio de los grandes consorcios, tiene un bouquet inquietantemente orwelliano.


Tiempo atrás leí un interesante estudio de un ingeniero experto en transportes, sobre el vertiginoso incremento de los accidentes de tránsito en nuestro planeta, demás está decirlo, muchos de ellos producidos por conducir bajo los efectos del alcohol. La magnitud que ha adquirido el problema, que en 1990 ocupaba el 9º lugar en un ranking de “carga mundial de morbilidad según los años de vida ajustados en función de la discapacidad perdidos” (¿para qué hacerlo fácil si puede ser complicado?) y que en 2020 se estima llegará al tercer lugar (detrás de la cardiopatía isquémica y de la depresión unipolar grave, llevó a la O.M.S. a considerarlo un “problema mundial de salud pública”, como puede verse en el informe publicado en conjunto con el Banco Mundial sobre el tema:

http://www.msc.es/ciudadanos/accidentes/docs/informemundial-1.pdf

Hasta ahí, vamos mal. Pero lo peor viene ahora: en los próximos veinte años, la cantidad de autos -y motos- que habrá en los países en vías de desarrollo, aumentará en forma exponencial. Decenas de millones de nuevos vehículos, muchos de ellos conducidos por personas cuya destreza y C.I. no son las más adecuadas para hacerlo, se incorporarán a las calles y carreteras, dejando tras de sí, un reguero de muertos, heridos y minusválidos, y costos enormes para los escuálidos sistemas de salud de esos países, que tienen que hacerse cargo de los lesionados y de su rehabilitación.

El experto que confeccionó el informe al que me referí antes de mencionar el de la O.M.S., señalaba que en los últimos años, una de las causas principales de los accidentes de tránsito en los países desarrollados es la percepción de los usuarios –alimentada por incesantes campañas publicitarias de los fabricantes de autos- de que los automóviles son cada vez más seguros. Así, la industria automotriz está siguiendo la misma estrategia inmoral que en su momento adoptaron las tabacaleras, para convencernos de que sus productos no hacían daño, y ese énfasis es casi tan irresponsable como el de aquellas, porque paradojalmente, estimula la imprudencia de los conductores, en la medida en que los hace sentirse invulnerables al volante de su auto… hasta que chocan.

Si bien es evidente que en los últimos años las condiciones de seguridad de los autos (y de las vías) han mejorado, lo que no se dice en la publicidad es que las velocidades a las que se circula también han aumentado hasta llegar a valores insostenibles por el cuerpo humano: el habitáculo del auto de Ayrton Senna resistió el impacto contra el muro de Imola; claramente, el cerebro del piloto, no. Cuando el auto ultraseguro de Lady D se estrelló, pese a la parafernalia de seguridad del vehículo, ella igualmente resultó mutilada y salió casi muerta del auto.

(Por cierto, esa marca de automóviles con nombre de mujer, tiene actualmente en el aire una publicidad en la que una mujer declara: “me siento más segura en la calle que en mi casa… Claro, porque tengo un XX”. Como ese tipo de autos de lujo no llama nada la atención, ni dice nada respecto de la situación económica del conductor, a la paradoja publicitaria se suma una absurda mentira, pero no importa porque la mayoría de la gente es arribista e irracional.)

¿Qué te parece ese aserto? Deja tu opinión en un comentario.


En un interesante -y no menos largo que el vínculo de abajo- artículo publicado por el New York Times en enero de este año:

http://www.nytimes.com/2008/01/13/magazine/13Psychology-t.html?pagewanted=1&_r=2&sq=pinker%20bioethics&st=nyt&scp=1

el psicólogo Steven Pinker se refiere a cómo algunas conductas que en un tiempo fueron censuradas socialmente, dejaron de serlo (como la homosexualidad, que pasó de ser una “aberración” a una “opción” sexual; o la drogadicción, que hoy suele tratarse como una enfermedad, en circunstancias que el origen de tal “fatalidad” está en la voluntad del adicto) y, por el contrario, en los últimos años, otras han sido penalizadas, condenadas y perseguidas, como fumar, que hoy por hoy es el crimen nefando en nuestra sociedad, con el que nos distraemos de otros problemas –que pudieran parecer a un ojo desprevenido- más graves, como la corrupción rampante de nuestras autoridades, la escalada permanente de la delincuencia, el nihilismo propio de nuestra cultura consumista, und so weiter

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Haciendo con todos estos retazos un tapiz circular, así como el movimiento M.A.D.D. (Mothers Against Drunk Drivers), orientó su esfuerzo inicial a cambiar la percepción de una buena parte de los hombres estadounidenses, que consideraban cool manejar ebrios, es posible que en un futuro no muy lejano, se “moralice” el tema de los accidentes de tránsito y entonces quienes conducen en forma imprudente y/o estúpida, se vean sometidos a la peor sanción, que es ese desprecio y rechazo que hoy, amorosamente, nos dedican quienes no fuman, a los criminales del humo, digo: a los fumadores.

Mientras tanto, que los simios y simias inconscientes que proliferan en nuestras calles y autopistas hagan lo que les venga en gana y que siga la fiesta para regocijo de médicos forenses y fabricantes de prótesis.

miércoles, junio 25, 2008

¿Tienen alma los gatos?

After the first death, there is no other
Dylan Thomas


Recuerdos de muertes que, como cuchillos nocturnos, asaetean mi piel.

En una noche remota, le pregunto a mi madre con voz temblorosa y entrecortada por el llanto, si los gatos tienen alma. Ella, que sabe a dónde apunta mi interés teológico, decide no mentirme: me dice que no. Y esa es la sentencia final, la condena a la separación eterna: nunca más veré a la Pachi.

En la noche sin fin, el cálido abrazo de mi madre que todo lo borra, por una vez no es remedio suficiente: me he topado con un problema que ni siquiera ella puede resolver y experimento por primera vez el verdadero desamparo, que me triza la infancia, preludiando otras muertes -de seres con o sin alma.


Comenzó a aparecer, hace como un año, por la casa en que vivíamos entonces. Era pequeño, no tenía nombre, su único capital era una férrea, invencible determinación a ser aceptado. Por ello, ni los arrebatos de la Negra, que lo perseguía una y otra vez, hasta expulsarlo de su territorio, ni las concienzudas maniobras disuasivas a las que se abocó Mones para echarlo, lograron que se desanimara: volvía a aparecer todos los días y así fue como comenzamos a sentirlo nuestro y a quererlo. Un día, aprovechando que la pieza en que estaba mi computador daba al jardín y la puerta ventana estaba entreabierta, se coló, subiéndose de un salto en mis piernas. Antes de que lograra sacármelo de encima estaba hecho un pequeño ovillo, ronroneando, y yo acariciándolo.

En ese momento comprendí que ya no había vuelta atrás y comencé a abogar por él, hasta que, habiendo sido aceptado por Mones, recibió su carta de ciudadanía y se convirtió en parte de nuestra familia. La Catita lo bautizó Rolo, y aunque lo más probable es que no se haya acordado en ese momento de los toffees que tienen ese nombre, dio en el clavo, porque, sobre cualquier otro rasgo, era dulce. Por su parte, la Florencia, que en arrebatos propios de su edad, solía abrazarlo y estrujarlo sin que él la rasguñara o mordiera, lo convirtió en “Lolo”, y así lo llamaba yo.

Sólo la Negra se negó siempre a tolerarlo, y él, nunca la enfrentó. Con insólita paciencia, aguantaba los desplantes que le hacía, sometiéndose –orejitas gachas, cuerpo inmóvil- y aceptando su primacía, fundada más en el peso de la antigüedad que en el tamaño.

Su tranquilo, a ratos imperceptible estar; esa habilidad propia de quien tuvo que arreglárselas solo casi desde el primer día, para meterse a la casa por cualquier resquicio; lo agradecido que era con quien le hacía cariño o meramente caso, porque su personalidad había sido moldeada por el prematuro abandono, y los rasgos ferales que habían sobrevivido a la domesticación, como tomar agua subiéndose al lavadero, o robarse cualquier cosa comestible que pillara sobre los muebles de la cocina, enfureciendo a Mones, que gritaba: “¡¡¡Esa cooosa me va a volver loca; llévensela de aquí!!!”, todo eso hoy nos falta -también a ella, que abrazada a mí, esa noche aciaga conmigo lo lloró.


Esta mañana, cuando bajé, estaba dibujada su ausencia en ese rincón del sofá cama que llegó a adoptar como su lugar predilecto. Cobardemente miré para otro lado, para no verlo, para no sufrir, para no recordar la última vez que allí le hice cariño, descuidadamente, ajeno a lo que iba a suceder, hace unos días que hoy me pesan como milenios.

Hoy te decimos gracias, porque derramaste tu luz y tu alegría en nuestro nuevo hogar. También agradezco que, en el dolor, me hayas devuelto a mi Mones. Indudablemente tenías alma, pero, como dejé de creer en vidas y reencuentros ultraterrenos, sólo quedan la inexorable extrañeza de la muerte, -la sorda ausencia, haber revivido el quemante dolor infantil del nunca más- y un recuerdo que se irá extinguiendo en nuestro propio camino hacia la muerte.

Ya no estás, Lolito, y todos –incluida, quizá, la Negra- te echamos de menos…

viernes, junio 20, 2008

Mejores y Blogs


El otro día me percaté de que Bazuca tiene una categoría en la que uno accede a los 100 mejores comentarios sobre películas. Con pocas esperanzas de encontrar alguno de los míos, decidí revisarlos y, aparte de confirmar mi presentimiento, me llamaron la atención dos cosas:

1) La mitad de los comentarios son de un tal Alberto Ortiz, que actualmente no figura entre los comentaristas top.

2) Había una cantidad no menor de entradas, que en términos de forma y contenido, no aportan nada.

Copio el comentario de la película “Mente Siniestra” de Ortiz -seleccionado entre los mejores 100 y, significativamente, no considerado por los usuarios entre los más útiles- y el mío, en el que casualmente y en un bucle infinito a lo Gödel-Escher-Bach, hice alusión a una afirmación, bastante tonta, que él había hecho en el suyo. Juzgue el que lea.

Mente Siniestra 14
Esa mente...
23-04-2005
Alberto Ortiz

Es difícil entender la capacidad de la mente y los campos que puede abarcar, y de eso trata este film. Tiene suspenso, medio tonto pero suspenso al fin y al cabo, y tiene a Robert de Niro (uno de mis actores favoritos) en el reparto. ¿Quieres conocer a Charlie? Cítalo a tu casa, pero de noche... Para qué estamos con leseras, Mente Siniestra igual asusta, no hay que negarlo. Un acto de honestidad y humildad, pero en sí la película igual deja mucho que desear... Averíguenlo. Suerte.

Comentarios más útiles, según los propios usuarios

Esquizofrenia à deux y penosa caída libre sin paracaídas de un gran actor 05-08-2005
Xenon, xenon@vtr.net

Aborto de un director desconocido que intenta copiar a Brian de Palma sin lograr su truculencia (¿alguien puede?). Dicho sea de paso, Demente está basada en lo mismo -y es casi tan mala como esta película. Tampoco logra crear la atmósfera de Sexto Sentido, film que evidentemente le sirvió de fuente de inspiración, eufemismo por intento de copiarlo.
Pero, de lejos lo peor es que la historia no se sostiene. Es muy fácil producir suspenso, angustia, miedo, lo que sea, si el guionista, por una parte, no respeta la lógica más elemental y, por otra, recurre al viejo truco de ocultar información clave y mantenernos engañados durante más de una hora, para al final salir con un desenlace absolutamente descabellado. Contrariamente a lo que plantea Alberto Ortiz, pienso que el hecho de que asuste no basta para validar una mala película. Si hasta Freddy Krueger asustaba... -al menos en las primeras doscientas Pesadilla. Lo más triste de todo es que Robert de Niro se haya prestado para ser una comparsa más en esta producción que gira en torno a la niña, lo único creíble de la película. Amén.

Esto me llevó a una reflexión sobre cómo se configuró ese ranking y, yendo más lejos, bajo qué criterios se determina lo que es mejor. Un problema antiguo, que se remonta a Platón, quien refiriéndose a los gobernantes en “La República”, sostuvo que debían ser filósofos. Más allá de la clara connotación gremialista de tal recomendación, en nuestros tiempos, defender un sistema aristocrático (literalmente, “gobierno de los mejores”), no sólo es peligroso, sino que nos retrotrae a la pregunta inicial. Porque, ¿quiénes son “los mejores”?

Saltamos así del cine a la política. No voy a entrar a agitar el debate sobre una de las aporías de la en otros tiempos, noble Política, como es el de la legitimidad de las autoridades, pero sí comentaré que durante la semana revisité un blog en el que hay una gran cantidad de citas de Borges, que son una delicia de inteligencia e ingenio combinados

http://clementinesky.blogspot.com/2006/06/humilde-seleccin-del-borges-verbal.html

entre ellas, la que sigue, que viene a cuento:

“La democracia es una superstición basada en la estadística”

La propietaria del blog en cuestión es una tal Clementina, periodista chilena de 33 años, que entre sus autores favoritos, aparte de Borges, menciona a Enrique Lihn, y se declara amante de los gatos. Claro que la pantalla lo aguanta todo y bien puede tratarse de una anciana que lo más enjundioso que lee es “Las Últimas Noticias”…

Para terminar, un comentario sobre otro blog, Sentence de un tal Ralph Robert Moore:

http://www.ralphrobertmoore.com/index.html

¿Cómo llegué, meses atrás, a ese sitio? No tengo idea, pero es la ejemplificación perfecta de cómo un tipo infatuado y colindante con el solipsismo puede escribir interminablemente (y no es una metáfora) sobre trivialidades, naderías y obviedades.

Un par de perlas tomadas del artículo -¡de 2.787 palabras!- titulado:

“Some people are afraid to bring their ribs to Memphis”

“Mary and I only go out about twice a month. The rest of the time, we stay indoors.”

Esta declaración es magnífica en su inanidad. En términos lógicos, hubiese bastado con la primera frase, porque la segunda está contenida en la primera. Por otra parte, pone de relieve la folie à deux que el tipo comparte -en un aislamiento deliberado- con su mujer y, por lo demás, ¿a quién, salvo a sus gatos, puede importarle si salen o se quedan en la casa?

“The thing is, with a back injury, it affects every movement of your body.”

Aparte del hecho de que alguien que se reputa a sí mismo como “escritor”, debería evitar escribir como un boxeador jubilado, la epifanía mental que sigue a la reflexión sobre la lesión en la espalda, es una perogrullada que da vergüenza ajena leer.

Lo dejo hasta ahí, para no caer en lo mismo que señalo en el mail que le mandé –y no me contestó- al tipo, en el que entre otras cosas le decía: I completely forgot your website, until today, a bad day from the begining. If English was my mother tongue, I would try to compete with you and write in full detail everything that happened to me on this Wednesday, the car that was blocking my way out in the morning, the fact that I left my glasses at home and had to return from my office since I can't see without them, and so forth...”

Mi diagnóstico para Ralph es E.L.T. (epilepsia del lóbulo temporal), afección que se caracteriza por un uso obsesivo, pedante y vacuo del lenguaje escrito.

Sin embargo, también podría tratarse de un síndrome de Geschwind

http://en.wikipedia.org/wiki/Geschwind_syndrome

pero, la verdad es que, así como lo que él escribe, simplemente da lo mismo.

sábado, febrero 19, 2005

Falacias y tetas

Hay gente que sostiene que las estadísticas mienten. Craso antropomorfismo: los que mienten son quienes interpretan en forma deliberadamente falaz los datos. Nada es inocuo. Por ejemplo, la media aritmética, que es la primera función estadística que los niños aprenden, se presta para llegar a conclusiones absurdas como la que grafica el chiste que dice: "Si mi vecino tiene dos autos y yo no tengo auto, entonces, en promedio, tenemos un auto cada uno..." Eso se me vino a la mente al leer el otro día un artículo en que el autor señalaba que Chile estaba a punto de convertirse en país "desarrollado", porque el ingreso per cápita anual superaba los 5.000 dólares. De entrada, los países que se autodenominan "desarrollados" tienen ingresos de cuatro a siete veces superiores a esa modesta cifra; pero, suponiendo que no fuera así, lo cierto es que el promedio no considera la distribución del ingreso, que en el caso de nuestro país es absolutamente sesgada, de forma tal que probablemente el primer decil cuenta por más de la mitad del total. Entonces, quienes más interesados están en esa obtusa media aritmética son aquellos que concentran la riqueza, pues estadísticamente, ellos subvencionan al resto, sin meterse la mano al bolsillo, y además los hipnotizan con el mismo argumento del tipo que se colgó del segundo auto del vecino: no eres pobre; aunque sigas viviendo miserablemente, estás en trance de llegar a ser "desarrollado".

En una nueva vuelta de tuerca habría que preguntarse si el mentado "desarrollo" es meramente un asunto económico. ¿Existe algún país "desarrollado" en el mundo en que la repavimentación de una avenida se convierta en un mecanismo de control del crecimiento de la población? Me huelo que esas cosas que suceden aquí -muertes casi a diario por atropellos derivados de la imprudencia rayana en la imbecilidad de los peatones- no son "normales" (por emplear un término estadístico) en las naciones "desarrolladas", con las que queremos compararnos. En esos países, la gente tiene la curiosa costumbre de cruzar las calles por los sitios delimitados para ese efecto y cuando el semáforo está en verde para ellos. ¡Qué adocenadas pueden ser las personas "desarrolladas"!

Prueba de que aquí, sí somos "desarrollados", es que acogemos con sinigual interés a los embajadores culturales que llegan de Argentina, especialmente cuando se trata de representantes tan bien dotadas como las que han venido al Festival de Viña, magno evento cultural que seguramente habría dejado la Luger de Göring en su cartuchera. No creo que sea cierto, pero llegó a mis oídos que una de ellas habría dicho: "dos cerebros de hombre no valen lo que una de mis tetas". Esa acotación me parece dolorosamente verdadera, aunque injusta, porque dado que no hay cerebros de silicona, estamos en abierta desventaja.

Bueno, y cuando uno se pone a hablar del Festival de Viña es señal de que más vale "tancar el bec", vaya esa concesión para mi amiga LunaBruna, que no vive en la ínsula de Barataria, pero habla algo parecido al catalán.

Un último alcance... Recomiendo la lectura de "The Median isn't the Message" del paleontólogo Stephen Jay Gould, paper en que hace un conmovedor análisis de las probabilidades de sobrevida de alguien con cáncer, básicamente él mismo.